Vuelvo a Roma. Una vez más. Y siempre me produce la misma impresión, ese recordar a Stendhal que sufría en Italia ante el incesante bombardeo del mejor arte del mundo. Ciertamente es un país que agota en su desmesurada capacidad estética para sorprender, para encandilar, para superarse una y otra vez ofreciéndonos lo más sublime que el hombre ha sido capaz de crear.
Roma es exactamente así pero a todos los niveles porque nos sorprende la Roma de las ruinas, o la medieval de sus callejas, o la de su radiante vestido barroco. Entramos en sus iglesias y palacios y allí nombres de libro de texto exhiben sus lienzos, sus esculturas o arquitecturas. Infinita Roma… Todas esas obras maestras pertenecientes a estilos tan distintos encajan a la perfección, formando un conjunto irresistible. Roma ya no es la ciudad blanca de mármol del Antiguo Imperio. Los siglos le han ido otorgado una pátina color tostado que la favorece sobremanera. Pocos paisajes urbanos hay más hermosos que los que se ven desde cada una de las colinas de la ciudad, con sus cúpulas y sus palacios dispuestos en perfecta armonía. Como decían en Avanti, la película de Billy Wilder, Italia no es un país, es una emoción.
Mariana Sacistan Siffredi
“Roma es como un libro de fábulas en cada página te encuentras con un progidio” Hans Christian Andersen
Teresa Roca De Togores
MARAVILLOSO COMENTARIO SOBRE ROMA MAGICA Y ESPECTACULAR QUE NUNCA SE OLVIDA.